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jueves, 8 de abril de 2021

LA GRAN FIESTA. LA SONRISA QUE PERDURA Y ACERCA. VIGILIA PASCUAL EN EL CIELO. CINCO SACERDOTES QUE HICIERON MEJOR MI VIDA.

 

 

Qué gozo vivir la Vigilia Pascual con la presencia y la figura. Qué tintineo interior prepararme para ello superando la tristeza del año pasado, el fatídico 2020, en el cual todos estuvimos prisioneros en casa sin poder recibir ese Pan que Cristo mismo nos da de manos del sacerdote. Y qué gratitud hacerlo con mis hermanos del Carmelo.

Qué alegría volver allí donde todo sucede, donde el sepulcro se vacía porque la muerte ya no tiene sitio. La Resurrección toma el poder.

Y es entonces y sólo entonces cuando mi corazón me susurra:

¿Ves todo lo que sientes y vives aquí en este lugar del Carmelo?

¡¡Sí!!  Lo veo y lo siento.

 Pues intenta imaginar, más aún intenta crear en tu interior la vivencia de estar en esta celebración en el Cielo.

Así lo hice y mi corazón tomó la pluma, la inteligencia, y escribió con la tinta del alma cual era mi visión de esta bendita hermosura de la Vigilia Pascual celebrada en el Cielo.

                                    Y esto fue lo que vi.

 

Entrando yo en ese templo de gruesos muros livianos que yo podía atravesar aún sin abrir la puerta, pude contemplar allí la mesa del altar abrigado con un mantel que era un haz de luz blanca. Este mantel no se puede arrugar, ni manchar porque ha sido la misma luz quien ha querido posarse es esta mesa para formar parte del gran milagro que ocurriría después.

También veo preparada el agua, pero  he de decir que no hay acetre ni tampoco hisopo.

El agua de este altar es una cristalina fuente, un río de Agua Viva que fluyendo allí se eleva en un salto indescriptible hasta la Vida eterna. El hisopo con el cual sería aspergida el agua de esta cristalina fuente que parece llevar dibujados los ojos del amado, es un madero totalmente florecido con toda clase de flores en forma, color y aroma.

Veo también un fuego, la primera parte de la celebración, un fuego intangible, una llama con un aura tan extensa que ocupa todo el templo, una llama que no da humo, una llama que te toca y acaricia como si fuera una mano blanda de Amor, Amor vivo.

 Y, allí estoy yo en presencia y figura y ya está a punto de comenzar todo, mejor escrito, TODO.

Comienza la procesión de entrada.

¿Quiénes son los que están en esa procesión? ¿Los que han lavado y  blanqueado su túnicas en la sangre del Cordero?.

Oh, siento que mi corazón al ser de carne ya no puede resistir más flechas que ungidas de tanto amor y alegría hacen explosión en él.

La fiesta la preside una Luz Maravillosa y después de aprender a mirarla para no dañar mi vista, desplazo la mirada al núcleo de ella donde está CRISTO MISMO. Mi interior entona ¡Oh dichosa ventura! Poder estar aquí, poder ser de aquí.

 Mi Señor ha querido ser ayudado por muchos sacerdotes suyos que ya están allí, a su lado.

Veo a su sacerdote que en la tierra se llamó Santiago, a otro  sacerdote que llevaba por nombre José, a su sacerdote Santos, a su sacerdote Cosme que estando aquí en la tierra hizo mucho bien y que, ahora desde el cielo, me sigue ayudando también.

Veo a un sacerdote que esparce olor de catequista y que está adornado con una sonrisa que acerca y cura y que desarma al impío que se acerca para herir. Éste es su sacerdote Miguel Ángel y ha llegado hace muy poco tiempo.

Y yo dejé de imaginar para comprender que realmente ya estaba allí.

Las vestiduras de estos sacerdotes por los que Jesucristo, el Señor, se dejaba ayudar eran de un blanco resplandeciente, un blanco generoso porque el color blanco, lo sabemos, todo el haz de luz lo refleja, lo regala y no se queda con nada para él por eso este color es de una belleza tan divina como lo es la generosidad.

Mientras la celebración transcurría yo no respiraba un aire como el que hay aquí en la tierra, mis pulmones se henchían de un no se qué al que llamaré energía y respirando así y mirando al celebrante todas y cada una de la células de mi organismo se impregnaban de una luz tan liberadora, tan curativa, tan preciosa que toda yo dejó de ser y, cual metamorfosis, comenzó a querer realmente SER.

Y los sacerdotes que ayudaban al Señor contaban, a través de la Sagrada Escritura, nuestros orígenes terrenos hasta llegar a la ÚNICA REALIDAD llamada CRISTO.

Pero el sonido de la voz, no era como la voz de la tierra, su voz no se emitía por ondas en el aire porque allí no existía este aire que envuelve nuestro planeta. Era como un latido del corazón recogido por el latido del mío y de todos los allí presentes, de tal forma era este latir, que llegado el diástole siguiente ya todos estábamos sincronizados y no hacían falta palabras. Todo vibraba a través de realidades, a través de la esencia primera que dio lugar a la palabra y que en este mundo terreno ha sido vilmente traicionada.

El agua fue aspergida

Llegado el momento de la aspersión del agua ocurrió que esa Fonte que estando allí saltaba cual surtidor hasta la vida eterna formó unas ondinas cual brazos de partículas muy suaves y pequeñas y llegaron hasta mí y quedé toda yo  envuelta en ella. Y como el esa agua era vida, en vida quedé yo envuelta.

Llegó el momento de compartir la luz. ¿Quién encenderá mi vela que ahora es mi vida entera? 

El Señor llamó a Cosme y él a se iba acercando. A gran distancia la Luz de Cristo le hizo brillar por completo y así fue llamando a los demás … a Santiago…a José… a Santos… y luego llamó a Miguel Ángel que conservaba allí esa dulce sonrisa que por sí sola cuando estaba aún en la tierra derribaba y disolvía los muros que existían entre las personas y se acercaba a muchos para acercarlos a DIOS…

Todos ya habiendo recibido esa luz maravillosa de Cristo mismo, vinieron a ponerla en mí. Cuando recibí tal manantial de luz en mi interior se abrió como una especie de pergamino que decía, esta será tu morada. El ego ha muerto ya. La luz que recibes iluminará el camino oscuro cuando estés en la tierra para que nadie, por no ver, tropiece y caiga sin poder levantarse.

Muy pocos podrán ver o comprender esta luz como tampoco pueden escuchar el sonido de las estrellas. No por ello las estrellas hablan y emiten música que en algún lugar he oído yo hablar de la música de las esferas.

 

Y así continuó esta celebración que hace latir galaxias enteras.

Y el Señor nos invitó a su mesa y partió el pan y comimos con Él en su mesa. Todo allí tenía mil dimensiones y también el pan que habiéndolo tomado nos concedió ver y sentir el por qué de tantas realidades tan obsoletas que aprisionan y esclavizan y parece que no se pueda uno librar de ellas en este planeta al que llamamos tierra.

La celebración en el cielo de esta enorme fiesta, LA VIGILIA PASCUAL, aún no ha acabado porque allí se ha hecho como aquí en la tierra durando una semana, una semana completa.

Gracias, mil gracias mi amado Señor por haberme invitado a esta fiesta y por permitirme compartir contigo y con estos cinco sacerdotes tuyos ese pan eres Tú y que has puesto en la mesa.

Señor a estos cinco sacerdotes tuyos, les quisimos mucho en la tierra, muchos somos los que  trabajamos con ellos  en la tierra en esta noble tarea de llevar al mundo entero la PALABRA CON ESENCIA, que es tu EVANGELIO donde están todas las respuestas.

 

A este que ha llegado a tu lado hace muy poco tiempo, tu hijo Miguel Ángel Gil, que exhala perfume de catequesis, el de la sonrisa que acerca hace no mucho tiempo le dimos una sorpresa. Alguien que estuvo a su lado le preparó una fiesta y muchos vivimos esa tarde de forma tan intensa que se quedó en nuestro interior formando parte de nosotros y pase el tiempo que pase siempre miraremos en nuestro corazón y veremos en él a este hijo tuyo, sí , mi Señor, a ese hijo tuyo el de la sonrisa que acerca.

Quiero mostrarte Señor, mi granito de arena en esta fiesta sorpresa. Ya sé que lo sabes todo, pero quiero que el que lo tenga que ver lo vea.











jueves, 3 de septiembre de 2020

             AVIVAR EL FUEGO A CUBETAZOS DE AGUA

 

No voy a hablar de la pandemia que de eso ya sabemos todos lo mismo incluios los responsables nacionales ¿cuánto sabemos? NADA.

¿Por qué no sabemos nada? Explicito la pregunta ¿Por qué los responsables mundiales y los nacionales no saben nada? Porque no aman al pueblo. Porque sus egos son más mortíferos que ninguna arma jamás conocida. Si amaran al pueblo, si sintieran en sí mismos el dolor que está mutilando a su pueblo no perderían el tiempo articulando palabras que todas llegan a ser vanas porque están totalmente desvinculadas de cualquier rastro de VERDAD. No se irían de vacaciones a desconectar, a desconectar ¿de qué?  Quizá del dolor del pueblo que sufre por el virus y por la ineptitud de los que cada mes reciben una buena nómina gracias a ese pueblo que hoy está sufriendo el maltrato. ¿Acaso no es un maltrato que se vayan de vacaciones dejando en la desolación económica a cientos de miles de personas? ¿No sería mejor que dividieran sus sueldazos en varias partes y con cada una de ellas ayudaran a una familia que, por mala gestión de ellos, se han quedado sin nada?.

Bueno, ahora aterrizo un poco más. Nosotros, los católicos practicantes  hemos sufrido el terror del confinamiento como todos los demás, pero con un dolor añadido NO HABER PODIDO COMULGAR. Desde que acabó el confinamiento y ya abrieron los templos pudimos, por fin tomar la comunión. Eso sí respetando las normas sanitarias que se volvieron para muchos más urgentes que las normas cristianas.

Ahora ya tenemos experiencia de comportamiento en esta situación. Entramos a los templos y allí está el gel para quien no lleve el suyo propio, los bancos marcados para saber cuantas personas se pueden sentar en cada uno, la mascarilla puesta.

Pero hoy al ir a misa en mi pueblo, a la entrada me han tomado la temperatura como a las otras 5 ó 6 personas que han ido. Esto me ha sorprendido negativamente, en otros lugares  a los que yo también asisto a misa no hacen esto.

Y ahora yo pregunto ¿Para qué quiere saber un seglar la temperatura de mi cuerpo?  Acaso no es éste un dato íntimo?. Durante este tiempo he ido un par de veces al centro de salud y allí no me tomaron la temperatura al entrar.

¿Qué puede llevar de negativo y dañino un dato tan íntimo como la temperatura corporal?

Como los maestros en la escuela cuando éramos pequeños , RAZONO LA RESPUESTA A ESTA PREGUNTA.

Imaginemos que un día voy al templo y tengo la temperatura alta porque tengo un problema de muelas, o una herida en lugar escondido. ¿Qué pasa? ¿Tengo que comunicar a un seglar mi afección de salud? PUES NO, SIMPLE Y LLANAMENTE NO.

Continúo con mi razonamiento. Ahora son frecuentes los funerales en  mi pueblo a los cuales va mucha gente, siempre respetando el aforo, claro. Imaginaos que toman la temperatura a una persona y marca 38 grados, ¿entonces? ¿Te denuncian a las autoridades sanitarias? ¿no te dejan entrar? ¿Y entonces? Entonces te han ocasionado un gran problema porque imaginad que esa persona que parece tener fiebre está cuidando de sus padres ya ancianos, si la obligan a confinarse ¿Quién los cuidará? Imaginaos que una persona que depende de su trabajo, por haber asistido a un funeral y marcar una temperatura concreta la confinan en su casa sin poder ir a trabajar, ¿Quién se va a ocupar del bienestar de su familia?  Imaginaos que toman la temperatura en un momento de la típica calorada de la menopausia. ¿ y si no te dejan entrar? Esto sería materia grave a mi modo de ver porque estaríamos traicionando las enseñanzas de CRISTO, que curaba, acompañaba, consolaba, perdonaba enseñándonos que nosotros debíamos hacerlo también.

Qué pasa con todo esto, pues que quizá algunas personas dejen de ir a misa, imprescindible para un católico,  y curativo para los que sufren la ausencia de su familiar fallecido que se sienten acompañados en el momento de la misa cuando la comunidad reza unida por esa persona.

Sé que ninguna persona de mi pueblo, Peal, que sepa que se ha contagiado con el virus va a asistir a la misa porque nadie quiere contagiar a los otros a sabiendas.

Pero es comprensible que nadie quiera exponerse a un confinamiento, sin causa, porque un termómetro ha marcado más grados de los que considere quien toma la temperatura.

Por eso he titulado este artículo AVIVAR EL FUEGO A CUBETAZOS DE AGUA, porque los templos estuvieron cerrados y no precisamente por falta de cristianos, en el tiempo de confinamiento. Las misas, por las redes, que ayudó mucho a todos. Pero si queremos avivar el fuego interior, LA LLAMA DE AMOR VIVA de la que nos hablaba San Juan de la Cruz, necesitamos comulgar, necesitamos confesar, en definitiva NECESITAMOS LOS SACRAMENTOS.

Si ponemos obstáculos para que esto se lleve a buen puerto, para que podamos recibir los sacramentos estaremos colaborando a apagar el fuego vital que se nos confiere con ellos. Y que nadie me diga que esta actitud es por el bien de la comunidad porque la comunidad sabe cuando alguien quiere su bien porque recibe esa bella energía de sentirse amada.

 

 

 

Purificación García.